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    El papa da una lección de buen periodismo a los corresponsales en Italia

    El Papa Francisco ha dicho este sábado a los periodistas: «Aprecio vuestro trabajo. La Iglesia os aprecia incluso cuando metéis el dedo en las llagas de la comunidad eclesial. El vuestro es un trabajo precioso porque contribuís a la búsqueda de la verdad, y solo la verdad nos hace libres».

    La referencia a las informaciones sobre abusos de menores confirmaba el giro copernicano de actitud: los periodistas son los «buenos» mientras que los sacerdotes abusadores y obispos encubridores son los «malos» que hay que desenmascarar para poder ayudar con hechos a todas las víctimas «pasar página» en el capítulo más penoso de la historia contemporánea de la Iglesia.

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    El Santo Padre agradeció los saludos de la presidenta saliente de la Asociación de Prensa Extranjera, la turca Esma Çakir, y de la entrante, la norteamericana Patricia Thomas. El Papa comentó su satisfacción al ver que la mayoría de las corresponsales son ahora mujeres y añadió, al margen del texto escrito: «Las mujeres ven mejor y entienden mejor porque sienten mejor».

    Era el caso de muchas de las presentes, que llevan años viviendo en su trabajo uno de los consejos que ha dado el Papa: «Necesitamos periodistas que estén de parte de las víctimas, de parte de quien es perseguido, excluido, descartado, discriminado».

    En un pasaje de su discurso, Francisco daba las gracias «porque nos ayudáis a no olvidar las vidas que se pierden sofocadas antes de nacer, las nacidas pero que se apagan por el hambre, el frío o las guerras, las vidas de los niños soldado… Nos ayudáis a no olvidar a quienes se ven forzados por la calamidad, la guerra o el terrorismo o el hambre no son un número, sino un rostro».

    De nuevo al margen del texto, añadió con mucha fuerza una pregunta dura: «Quién habla hoy de los rohingya y de los yasidíes? Han sido olvidados, ¡pero continúan sufriendo!».

    El Papa ha invitado a hacer periodismo «con humildad, como ha dicho varias veces vuestra presidenta». Concretamente, ha exhortado a «rectificar cuando uno se equivoca. A resistir la tentación de publicar una noticia no suficientemente verificada. A no dejarse dominar por las prisas: intentar pararse y dedicar el tiempo necesario para entender».

    Invitaba también a no concentrarse demasiado en lo negativo, y a sacar a la luz las historias de heroísmo y de ayuda a los demás: «Os lo ruego, seguid contando esa parte de la realidad que, gracias a Dios es la mas amplia: la de quien no se rinde a la indiferencia, la de quien no huye delante de la injusticia, la de quien construye con paciencia en el silencio… Hay un océano sumergido de bien que merece ser conocido y que da fuerza a nuestra esperanza». Es lo que algunos filósofos llaman «la banalidad del bien», por contraste con la del mal. El Santo Padre lo ha vuelto a repetir cuando se despedía: «Os invito a ser un espejo que sabe reflejar la esperanza. Os deseo que seáis mujeres y hombres humildes y libres, que son los que dejan una huella buena en la historia».

     

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