El diálogo y la salida a la crisis en Nicaragua “es difícil” y poco esperanzadora cuando el presidente, Daniel Ortega, es “ciego, sordo y mudo”, dijo el jueves una de cuatro estudiantes que integran la Coordinadora Universitaria por la Democracia y la Justicia, que se encuentran de visita en Guatemala.
En lugar de ver cerca un fin al conflicto en su país, las estudiantes, que pidieron no ser identificadas por temor a represalias -más aún con el pretexto de la nueva ley antiterrorista-, observan una mutación de la represión del Gobierno nicaragüense, la cual ha cambiado “de los ataques brutales a las detenciones masivas” de estudiantes y opositores.
“El futuro es incierto”, asegura una de las mujeres que se encuentra en Guatemala para participar en el Congreso de Historia de la Universidad de San Carlos (pública), en el foro “Reflexiones sobre la crisis en Nicaragua” organizado por el medio digital de periodismo Plaza Pública, en la Universidad Rafael Landívar (jesuita).
No hay “voluntad de Ortega para llegar a acuerdos”, aseguró otra de ellas al recordar que abandonó las jornadas de diálogos y luego se negó a una “salida democrática”, como lo sería adelantar las elecciones, “una idea que incluso pedía él cuando no estaba en el poder y que ahora se escuda en que es supuestamente inconstitucional”.
Apenas se logró mantener por lapsos el diálogo y que llegaran misiones de la Organización de Estados Americanos, pero se incumplieron promesas como la liberación de los llamados “tranques” para dar vía libre en las calles, lo que derivó en “una represión más fuerte, más violenta”.
Al oscuro panorama se añade la existencia de “cárceles clandestinas, de allanamientos a casas de seguridad de estudiantes, y opositores, de desapariciones incluso”, comentó otra de las estudiantes de la Universidad Centroamericana (UCA).
El Gobierno de Ortega y de su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, “nos acusa de estar patrocinadas por Estados Unidos, los empresarios o el imperialismo, pero quien ha hecho alianzas con esos sectores es el mismo Ortega”, dijo una de las estudiantes.
A eso se le añade la referida ley antiterrorista, propuesta el 14 de julio y activada dos días más tarde, que toma como tal “el hecho de estar aquí hablando sobre la crisis o una remesa, porque no se sabe en qué se usará el dinero, o portar una bandera o un símbolo patrio, asistir a una marcha o cualquier signo contrario al orteguismo”.
La coordinadora del área de Migraciones del Instituto de Investigaciones y Gerencia Política de esa casa de estudios, Úrsula Roldán, expuso al concluir el foro que el conflicto nicaragüense, que se basa en “demandas antiguas en los frentes campesino, ambiental y de seguridad social”, se debió a que chocaron con “un actor que se separa del sandinismo (Ortega)”.
Observó una similitud con las protestas en Guatemala en contra de la corrupción de la presente administración encabezada por Jimmy Morales y su predecesor Otto Pérez Molina (en prisión preventiva), pues éstas son encabezadas por estudiantes, aunque señaló que, a diferencia de aquí, en Nicaragua “hay una fuerte vinculación con sectores campesinos”.
Concluyó que los actores “son dinámicos”, pues mientras la iglesia católica “estuvo del lado del poder hegemónico muchos años, ahora juega un rol social”, o el sector económico y Estados Unidos que “se alejan o acercan al movimiento dependiendo el contexto”.
Las estudiantes, que aún desconocen qué sucederá con ellas mismas a su regreso a Nicaragua, pidieron apoyo para sus colegas y otros alumnos de las distintas universidades -“todas tomadas por las fuerzas oficialistas”- para conseguir becas y continuar con los estudios fuera de su país.
“Queremos vivir, vivas servimos más”, dijo una de las cuatro protagonistas del foro tras recordar que la vieja consigna de “patria nueva o muerte” ahora se grita: “patria nueva o vida”.
