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    Francisco viaja a Panamá en plena ola migratoria en América Latina

    El papa Francisco llegará a Panamá este miércoles para encontrarse con la juventud católica, en medio de la mayor ola migratoria en América Latina forzada por la violencia y las crisis políticas y económicas.

    El pontífice hará un paréntesis en el torrente de escándalos de abusos sexuales que sacuden la Iglesia católica, para encabezar la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).

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    Antes de subir a bordo del avión, el pontífice argentino de 82 años se reunió con ocho jóvenes refugiados.

    «Es el miedo lo que nos vuelve locos», comentó Francisco, respondiendo a un periodista que calificó de «locura» la promesa del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de construir un muro en la frontera con México.

    Miles de peregrinos, cubiertos de banderas, invadieron Ciudad de Panamá. «Quisiéramos (…) que hubieran más fronteras de amor, de paz, de amistad. El papa Francisco» quiere «que, en lugar de crear muros, abramos caminos», dijo a la AFP Carlos Gil, un joven salvadoreño que espera al jerarca.

    «El santo papa siempre está apoyando a los países en crisis (…). No estamos solos», expresó la nicaragüense Wendy Florez.

    El viaje de Francisco, quien llegará al aeropuerto internacional de Tocumen el miércoles a las 16H30 locales (21H30 GMT), coincide con la mayor ola migratoria jamás registrada en Latinoamérica.

    Hondureños, guatemaltecos, salvadoreños, nicaragüenses y venezolanos traspasan fronteras a diario en busca de oportunidades.

    Desde Centroamérica, multitudinarias caravanas que huyen de la violencia de pandillas y los conflictos políticos se dirigen hacia Estados Unidos.

    Y los venezolanos escapan de una destructiva crisis económica, con hiperinflación y escasez de alimentos y medicinas. La ONU teme que, a finales de año, haya unos 5,3 millones de «refugiados» de ese país.

    En Panamá, el fraile venezolano Edwin Fernández espera que el mensaje del papa ayude en «la situación terrible que estamos pasando».

    Francisco, quien anunció que en noviembre irá a Japón, permanecerá cinco días en Panamá.

    – «Un bálsamo» –

    El arzobispo de Panamá, José Domingo Ulloa, también llamó la atención sobre la «nula respuesta» de los gobiernos frente a los problemas sociales que involucran a los jóvenes: «Los lanzan a cifrar sus esperanzas en otros países, exponiéndoles al narcotráfico, la trata humana, la delincuencia y tantos otros males».

    Por eso, «anhelamos» que esta visita «sea un bálsamo para la difícil situación con la que conviven» muchos jóvenes, expresó Ulloa ante la multitud en el Campo Santa María la Antigua del paseo marítimo de Ciudad de Panamá.

    Pero el mensaje de alivio no será exclusivamente para los jóvenes, sino también para la propia Iglesia.

    Francisco regresa a Latinoamérica un año después de su visita a Chile, ensombrecida por protestas y escándalos de abusos sexuales de curas a menores y su encubrimiento por la cúpula eclesiástica.

    El tema «genera mucha atención en la Iglesia», recalcó el director de prensa del Vaticano, Alessandro Gisotti, aunque aseguró que el papa «no tiene programado un encuentro con víctimas» de abusos en el istmo.

    Miles le recibirán en un recorrido de 29 kilómetros en automóvil entre el aeropuerto y la nunciatura apostólica, donde se alojará. Abordará el papamóbil en un conocido hospital.

    Durante su estadía, Francisco visitará un centro de detención juvenil y tiene previsto un encuentro con enfermos de sida en un centro de asistencia.

    Asimismo, prevé reunir a unos 70 obispos de Centroamérica.

    «El papa quiere llevar consuelo y esperanza donde hay dolor y sufrimiento», recalcó Gisotti.

    – Contra la xenofobia –

    Al menos siete presidentes acudirían el domingo a la última misa del papa en la JMJ: Jimmy Morales (Guatemala), Juan Orlando Hernández (Honduras), Salvador Sánchez Cerén (El Salvador), Carlos Alvarado (Costa Rica), Iván Duque (Colombia) y Marcelo Rebelo de Sousa (Portugal), además del anfitrión Juan Carlos Varela.

    Sobresalen las ausencias de los mandatarios de Nicaragua, Daniel Ortega, y Venezuela, Nicolás Maduro, con los que la Iglesia católica mantiene tensas relaciones.

    La misa final se realizará en las afueras de la capital panameña, donde se ha levantado una gigantesca tarima para que a lo largo de casi tres kilómetros los asistentes puedan seguir la intervención del pontífice.

    Un gigantesco mural contra la xenofobia y el racismo, en forma de vitral, decorará el altar.

    La gran «fiesta» de la juventud católica latinoamericana costará 54 millones de dólares, en parte aportados por patrocinadores y donantes. El gobierno asegura, por otra parte, que tendrá un impacto directo de 388 millones de dólares sobre la economía.

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