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    Mientras se cierne la amenaza de El Niño, la FAO prepara acciones preventivas junto con Miembros y asociados

    Roma – Tras una prolongada presencia de tres años, La Niña se ha retirado del panorama atmosférico mundial y ha dejado paso a una probable transición inminente a El Niño, fenómeno meteorológico que normalmente distribuye las pautas meteorológicas en sentido contrario. Eso podría suponer un alivio para algunas zonas afectadas por la sequía como el Cuerno de África, pero tal vez acarree problemas a otras partes de África, América Central y el Lejano Oriente asiático.

    Ante el número sin precedentes de personas que padecen inseguridad alimentaria aguda, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) examina las zonas del planeta especialmente vulnerables a El Niño y las acciones preventivas que podrían emprenderse para mitigar sus riesgos.

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    Según un nuevo informe del Sistema mundial de información y alerta sobre la alimentación y la agricultura de la División de Mercados y Comercio y la Oficina de Cambio Climático, Biodiversidad y Medio Ambiente de la FAO, preocupan especialmente África austral, América Central y el Caribe y partes de Asia en la medida en que varios países de estas regiones registran ya niveles altos de inseguridad alimentaria aguda, e importantes campañas agrícolas están sujetas a las pautas de condiciones atmosféricas más secas características de El Niño. En zonas septentrionales de América del Sur también existe el riesgo de posible sequedad, mientras que Australia normalmente registra una disminución de las precipitaciones.

    “Las alertas tempranas implican la necesidad de emprender acciones tempranas y preventivas, y vamos a apoyar a nuestros Miembros al respecto en la medida en que lo permitan los recursos”, afirma Rein Paulsen, Jefe de la Oficina de Emergencias y Resiliencia de la FAO.

    Tras el episodio de El Niño de 2015 y 2016, que afectó a más de 60 millones de personas de unos 23 países, la FAO ha colaborado diligentemente con sus Miembros —entre ellos muchos de los que probablemente vean su seguridad alimentaria afectada por la llegada de El Niño— y con otros organismos de las Naciones Unidas para establecer planes y protocolos de acción preventiva. Se han elaborado procedimientos operativos estándar para agilizar intervenciones oportunas, como establecer almacenes de semillas comunitarios, determinar reservas alimentarias estratégicas y fortalecer campañas de vigilancia de la salud animal.

    Por ejemplo, la FAO ha elaborado protocolos de acción preventiva ante la sequía en Burkina Faso, el Chad, el Níger, el sur de Madagascar, Malawi, Zimbabwe, Filipinas, el Pakistán y América Central, y está dispuesta a actuar de forma temprana en coordinación con los gobiernos y los asociados en caso de que los pronósticos se materialicen.

    Entrada a un territorio desconocido

    En vista de los pronósticos más recientes que parecen indicar la probabilidad de que se produzca un episodio de El Niño de junio en adelante, la FAO ya está poniendo en marcha preparativos iniciales de apoyo a los países afectados.

    “Los pronósticos son claros en este momento, pero es inevitable que solo puedan formularse con poca confianza a causa de su escasa validez en el período mayo-junio-julio”, explica Óscar Rojas, Agrometeórologo de la FAO.

    Los episodios de El Niño suelen producirse cada dos a siete años; en el intervalo prevalecen los episodios de La Niña y las condiciones neutras. El Niño, catalizado por el calentamiento de las aguas del Océano Pacífico, repercute decisivamente en la temperatura y el régimen de lluvias de muchas partes del mundo, donde da lugar a fenómenos meteorológicos extremos como sequías, inundaciones y tormentas.

    Aunque los episodios y repercusiones de El Niño nunca son idénticos, las pautas típicas generales aumentan la previsibilidad de las consecuencias regionales. El enfoque de la FAO ha consistido en cartografiar los cambios de las condiciones de vegetación en las tierras de cultivo de todo el planeta y combinar este análisis con calendarios de cultivos para comprender mejor la posible influencia de los déficits de precipitación en la producción; los efectos del estrés por falta de agua varían a lo largo de todo el ciclo de vida de un cultivo. Este enfoque ayuda a determinar zonas que corren mayor peligro (en las que las condiciones secas repercuten en la totalidad del ciclo del cultivo) y orientar el tipo de intervención que debe emprenderse.

    Conforme a los procedimientos operativos estándar del Comité Permanente entre Organismos de las Naciones Unidas para la acción temprana ante los fenómenos de El Niño/La Niña, las iniciativas de acción preventiva avanzan al ritmo de la probabilidad de que se esté gestando un episodio de El Niño. La FAO, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas y la Organización Meteorológica Mundial vigilan la situación junto con otros asociados para determinar los países que correrán mayor riesgo más avanzado el año.

    Cartografía de los riesgos

    Aunque la lluvia supondrá un gran alivio para los agricultores de la Argentina y el Cercano Oriente asiático, El Niño también puede desencadenar inundaciones graves que podrían perjudicar a la agricultura y elevar el riesgo de enfermedades. La FAO ha examinado ese riesgo concreto en relación con África oriental, que ha padecido cuatro años de déficit extremo de las precipitaciones y que, en todo caso, necesitará mucho tiempo para recuperarse aunque vuelvan finalmente las precipitaciones.

    Australia, el Brasil y Sudáfrica, destacados productores y exportadores de cereales, se encuentran entre los países que corren riesgo de condiciones secas, al igual que otros muchos países de África central y occidental, Asia sudoriental y el Caribe.

    El riesgo inverso de precipitaciones excesivas acecha a exportadores como la Argentina, Türkiye y los Estados Unidos de América, así como a los países de Asia central.

    El Niño, que normalmente eleva la temperatura media mundial, se vinculó con la máxima registrada en 2016, cuando tuvieron lugar diversas catástrofes que liberaron carbono, como incendios forestales y de turberas en Indonesia y los miles de millones de árboles que quedaron diezmados por la sequía en el Amazonas.

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