Los irlandeses votaron el viernes en el referéndum sobre la reforma de la ley del aborto, una de las más duras de Europa, en el que la participación fue clave para el resultado final y para lo que se han sumado muchos de ellos llegados desde el resto del mundo.
Como ocurrió en la consulta de 2015 para legalizar el matrimonio homosexual, una parte significativa de la diáspora irlandesa se ha desplazado con cualquier medio de transporte a su disposición para no perderse una «oportunidad única en toda una generación», según pidió el primer ministro, el democristiano Leo Varadkar.
Las redes sociales dieron testimonio del bullicioso tránsito, sobre todo de jóvenes, por los aeropuertos, puertos marítimos o estaciones de autobuses y trenes para llegar hasta los centros de votación, que abrieron a las 06:00, y cerraron a las 21:00, hora GMT.