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    Doña Conchita, un ejemplo de perseverancia que también llama a prestar mayor atención al adulto mayor

    La ahora profesional del área educativa, que habita en El Triunfo, Choluteca, dijo que este logro se lo dedica a Dios y a quienes la apoyaron durante el proceso, el cual conllevó dificultades, entre ellas la pérdida de su esposo, quien fue víctima de la delincuencia y murió tras recibir un disparo durante un asalto.
     
    “En 2004 perdí a mi esposo, él venía de Tegucigalpa cuando lo asaltaron y le dispararon, y ese año dejé la universidad porque me sentía deprimida, mi esposo era mi todo, no tuvimos hijos y quedé viuda”, relató a un medio local, hace unos meses.
     
    Sin embargo, tiempo después decidió retomar su meta, aunque todo sería más difícil sin el apoyo de su esposo y con carencias económicas, pero sus familiares y compañeros de aula se convirtieron en ese respaldo que la mantuvo firme en su propósito.
     
    Una vez que finalizó sus clases y práctica profesional, el suspenso de recibir su título era latente, pues no contaba con dinero suficiente para sufragar los costos que implica el proceso de graduación, pero luego de que La Prensa difundiera su historia, la bondad de conocidos y desconocidos hicieron posible que doña Conchita cumpliera su tan anhelado sueño.
     
    “Estoy agradecida con todos los que me apoyaron sin conocerme, he pasado momentos duros, he aguantado hambre, pero mantuve la fe en Dios… Graduarme de la UNAH siempre fue mi sueño, y cuando falleció mi esposo pensé que ya no sería posible”, contó doña Conchita, quien labora en un kínder gubernamental, donde devenga un salario de 10,000 lempiras, que no siempre llega a tiempo.
     
    Ahora, ella espera conseguir un mejor trabajo, con un salario que alcance para poder hacer mejoras en su vivienda, la cual presenta daños que podrían empeorar. “Me gustaría encontrar un mejor empleo para arreglar mi casita, quisiera mandar a hacer la acera y arreglar las paredes”, expresó.
     
    En ese sentido, hizo un llamado para quienes puedan darle una oportunidad laboral, “soy una persona responsable, trabajadora y comprometida, me encanta enseñar a los niños y contribuir con la educación de mi país, amo mi profesión”, aseguró.
     
    Sin duda, Concepción Rodríguez ha demostrado que nunca es demasiado tarde para seguir aprendiendo, y que cuando hay deseo y perseverancia, las limitantes no existen, pero su historia también nos lleva a reflexionar sobre la situación del adulto mayor en Honduras, pues lo ideal para alguien como doña Conchita sería disfrutar de una jubilación digna, pero muchas veces, las leyes y derechos no se reflejan en la práctica.

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