Un resultado valioso y cómodo consiguió Barcelona, puesto que goleó por 4-1 a Roma y quedó en buen pie de cara a las semifinales de la Champions League.

La condición de víctima es muy complicada de solventar. Más en el Nou Camp, ante Messi, la gente del Barça, su fútbol y todo lo que rodea al club europeo más estético del mundo. La Roma intentó quitarse el San Benito de desfavorecido y arrancó yéndose al área del Barcelona. Edin Dzeko, delantero con galones, se intentó llevar a su equipo hacia arriba desde el arranque. Tanto empujó el bosnio que a los 9 minutos se metió en el área blaugrana y Semedo le rozó por detrás en lo que pudo ser penalti. Los exagerados ademanes del delantero de La Roma sembraron la desconfianza del árbitro que prefirió no meterse en líos tan pronto.

Sin que pasara nada, el Barcelona iba tejiendo su fútbol de tela de araña. Lento, con toque, rigor, colocación, pases y más pases, Messi, presión y haciendo retroceder de manera innata a una Roma que poco a poco iba desapareciendo. Fruto de ese juego paciente y bello, uno se va confiando y llega a creer que le está defendiendo al Bareclona, hasta que te encuentras atrapado en su trampa. El primer aviso de la tarántula fue un poste de Rakitic en el minuto 15 de tiro cruzado tras un córner despejado por la defensa romana. El segundo aviso, Messi se fue de todos y en el último regate que le faltaba le robaron el balón que quedó franco para que, de nuevo Rakitic, probara fortuna. Se fue alto. Así pasaron 38 minutos mientras el Barcelona esperaba cazar a su presa.

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La Roma estaba atontada, jugando por detrás del fútbol. La crisis total del catenaccio llegó en el minuto 39 cuando De Rossi se anotó un autogol intentando tapar un pase que tampoco parecía tan peligroso. El Barça ya había hecho lo más difícil: abrir la lata. Los italianos tenían que mover ficha y no esperaron mucho. En el minuto 41 dispusieron de una clara oportunidad tras una falta pegada a la línea de cal del área catalán. Pero la barrera estuvo firme y el desperdicio de la ocasión les llevó directos al descanso, no sin antes un par de intentos de Messi por hacer el segundo gol.

Rómulo y Remo fueron arrojados al río Tíber para salvar sus vidas. Una loba, Luperca, los recogió, cuidó y amamantó en su guarida del Monte Palatino. Años más tarde, cuenta la leyenda, fundaron la ciudad de Roma. La escuadra italiana, desde el vestuario del Nou Camp, estaban esperando su particular Luperca para refundar su ciudad futbolística. Conocedores de que así no iban a ninguna parte, las miradas en el vestuario buscaban un salvador. Pudo ser Perotti a los 2 minutos de la segunda mitad con un cabezazo que salió desviado por muy poco. Luego Pellegrino, tras centro de Kolarov. Pero ninguno se pudo disfrazar de Luperca. Así que, poco a poco, el Barcelona volvió a construir su precisa trampa desde el minuto 55.

Balón, toque, ocasiones y gol. Otro en propia puerta, esta vez de Manolas ante un remate de Umtiti que se fue al palo y cuyo rechace se metió en su arco el defensor. El Barcelona se ponía 2 a 0 con un esfuerzo relativo por escaso. El equipo romano, al igual que los fundadores de su ciudad, estaban abandonados a su suerte. Esa es precisamente la presa favorita del Barcelona que volvió a morder en el 59. Suárez detuvo un balón dentro del área, se acomodó y disparó. El arquero romano acertó a despejar el esférico pero su rechace acabó en los pies de un sonriente Piqué que solo tuvo que empujarla.

La Roma ya no tenía nada que perder. Así que se fue a la desesperada a por algún gol que le diera vida en el partido de vuelta. Después de tres ocasiones, Dzeko, que no había aparecido en toda la segunda parte, lo hizo en el 79 para, tras disputar un balón en el área, recortar distancias de sutíl tiro cruzado. Otro espejismo en ataque de La Roma, porque en el 87, un nuevo regalo de la defensa italiana lo aprovechaba Suárez para hacer el gol que tanto estaba buscando.

Tanto Barcelona como Roma llegaron al minuto 90 y tuvieron que mirar al marcador electrónico para darse cuenta de lo que estaba ocurriendo. El luminoso marcaba 4 a 1 y los locales pensaron que era demasiado abultado para lo que habían hecho, mientras que los locales seguían sin darse cuenta de que habían hecho un partido intrascendente. Así no se llega semifinales de nada. Menos aún de la Champions League.